La
Entrada Abierta al Palacio Cerrado del Rey
Ireneo
Filaleteo
1645
Bajo
el sugestivo título de La Entrada Abierta
al Palacio Cerrado del Rey encontramos la que seguramente es la obra cumbre
de la Alquimia del siglo XVII. Su autor, el enigmático Ireneo Filaleteo, noble
inglés apasionado por el Arte Sagrado y a quien sus contemporáneos consideraron
el Adepto más importante en la búsqueda y consecución de la Piedra Filosofal.
Su
Introitus apertus ad occlusun Regis
Palatium, escrito a mediados del siglo XVII había circulado secretamente en
copias manuscritas, pero no fue hasta el año 1705 cuando finalmente vió su
publicación.
Aunque
en la época de su aparición fue considerado por los alquimistas un tratado
aparentemente sencillo de entender, hoy en día resulta difícil su lectura, al
estar pleno de equívocos y giros, llegando incluso a desordenar intencionadamente
el desarrollo correcto de diferentes procedimientos y operaciones durante los
distintos regímenes de la Obra con la clara intención de protegerla de manos
profanas, ahuyentando su lectura.
Sin
embargo, aun para el lector profano, presenta ese lenguaje sincero e inequívoco
que certifica la veracidad. algo que siempre es común en todos los grandes
Adeptos, y que deja expresamente patente en sus últimas palabras:
IV
A aquel
que goza de este talento, le aconsejo que lo utilice para el honor de DIOS y la
utilidad del prójimo, para que no aparezca como ingrato a los ojos de DIOS que
le ha confiado este don precioso, y no se vea condenado en el último día.
V
Esta obra
fue empezada en el año 1645 y acabada por mí, que he declarado y declaro
abiertamente estos Arcanos, sin buscar aplausos sino deseando ayudar como un
amigo y hermano a aquellos que se interesan sinceramente por este arte oculto,
firmo IRENEO FILALETEO, Inglés de nacimiento, habitante del Universo.
La
Entrada Abierta al Palacio Cerrado del Rey
Prefacio
del autor
I
Habiendo
alcanzado yo, Filaleteo Filósofo Anónimo, los arcanos de la Medicina, de la
Química y de la Física, he decidido componer este pequeño tratado en el año
1.645 de la redención del mundo y el trigésimo tercero de mi edad, a fin de
pagar lo que debo a los hijos del arte y para tender la mano a aquellos que se
han extraviado en el laberinto del error, para que los Adeptos me vean como su
par y su hermano; en cuanto a aquellos que han sido seducidos por los vanos
discursos de los Sofistas, reconozcan y sigan la luz, gracias a la cual
regresarán sin peligro. Presagio, en verdad, que no pocos serán alumbrados por
mis trabajos.
II
No son en
modo alguno fábulas, sino experiencias reales que he visto, hecho y conocido:
el adepto lo inferirá fácilmente leyendo estas páginas, por ello,
escribiéndolas para el bien del prójimo, me basta con declarar que nadie ha
hablado de este arte tan claramente como yo; ciertamente, mi pluma ha dudado a
menudo en escribirlo todo, deseoso que estaba por esconder la verdad bajo la
máscara de la envidia. Pero Dios, sólo él conoce los corazones, me obligaba y
no he podido resistirle; sólo a él sea la gloria en los siglos. Por lo que concluyo
que, indudablemente, muchos en esta última edad del mundo tendrán la dicha de
poseer este secreto; pues he escrito lealmente, no dejando al estudioso
principiante ninguna duda por satisfacer plenamente.
III
Y se ya
que muchos, como yo, poseen este secreto, y estoy persuadido de que hay muchos
otros más, con los que próximamente entraré, por así decirlo, en una familiar y
cotidiana comunicación. Que la santa voluntad de Dios haga lo que le plazca, me
reconozco indigno de operar estas cosas tan admirables: sin embargo adoro en ello
a la santa voluntad de DIOS, a la que deben estar sometidas todas las criaturas,
pues es en función de él solamente que las creó y las mantiene creadas.
Páginas
Escogidas
Por Egarciaber
Verdaderamente,
yo no he hecho lo mismo, sometiendo así mi voluntad al beneplácito divino, que
en este último período del mundo me parece querer revelar estos tesoros. Por lo
que no creo que el arte se envilezca y desaparezca. Esto no puede ocurrir, pues
la verdadera sabiduría se guarda a sí misma en honra eternamente.
II
Finalmente,
ojalá que el Oro y la Plata, estos grandes ídolos que el mundo entero ha
adorado hasta ahora, fueran de tan poco valor como el estiércol ¡Entonces,
nosotros, que somos duchos en este arte, no estaríamos obligados a
escondernos!; nosotros, que nos creemos ya cargados de la misma maldición que
Caín (¡llorando y suspirando!) casi parece que estemos apartados de la faz del
Señor y de la dulce sociedad de nuestros amigos, de la que disfrutábamos sin
temor antaño. Ahora vivimos verdaderamente agitados como si estuviéramos
asediados por las furias y no podemos creernos seguros por algún tiempo en
ninguna parte, gimiendo y repitiendo a menudo la lamentación de Caín a Dios:
"Cualquiera que me hallare me matará".
III
No
habiendo osado tomar el cuidado de nuestra familia, erramos vagabundos de
nación en nación sin obtener ninguna morada segura. Y aunque lo poseemos todo,
debemos contentarnos con poco; ¿en qué somos pues felices, sino en la
contemplación, donde el alma experimenta una gran satisfacción? Muchos creen,
siendo extraños a este arte, que si lo poseyeran harían esto o esto otro: es lo
que nosotros creíamos antaño, pero vueltos prudentes por los peligros, hemos
escogido un método más secreto. Cualquiera que ha escapado a un peligro de
muerte inminente se volverá, ciertamente, creedme, más sabio para el resto de
sus días. Las mujeres de los célibes y los hijos de las vírgenes, dice el
proverbio, están siempre bien vestidos y bien alimentados.
IV
He
encontrado al mundo en un estado tan corrompido que no se encuentra
prácticamente nadie entre los que se dan una imagen de hombre honesto o que
anuncian su amor al bien común, en quien la finalidad personal última no sea un interés sórdido e indigno. Y
ningún mortal puede hacer nada en la soledad, ni siquiera obras de
misericordia, sin poner en peligro su vida. Lo he experimentado hace poco
tiempo en el extranjero: había dado un remedio a unos enfermos afligidos de
miserias corporales y abandonados por todos, y por milagro recobraron la salud,
enseguida comenzaron a murmurar que era por el Elixir de los Sabios, hasta tal
punto que he sufrido a veces los peores disgustos; obligado a disfrazarme, a
afeitarme la cabeza y llevar una peluca, a utilizar otro nombre y huir por la
noche, pues de otro modo habría caído en manos de los malvados que me acechaban
(a causa de una simple sospecha y de su detestable sed de oro). Podría narrar
muchos incidentes de este tipo, que parecerían graciosos a muchas personas.
V
En efecto,
algunos dicen: "Si yo poseyera estos secretos, me comportaría de otro
modo". Que sepan, sin embargo, lo penoso que es para las personas de
espíritu el convivir con imbéciles; pues las personas de espíritu son astutas,
sutiles, perspicaces, tienen los ojos de Argos, algunos son curiosos, otros
maquiavélicos, intentan comprender la
vida, las costumbres y los actos de los hombres; en todo caso son
personas con las que, cuando se ha contraído con ellas una especie de familiaridad,
es muy difícil disimular.
VI
Si hablara
con alguno de los que creen esto de sí mismos (que harían tal o cual cosa si
poseyeran la piedra) le diría: "Eres el amigo de un Adepto",
enseguida se pondría a reflexionar y me respondería: "Esto es imposible,
me habría dado cuenta; vivo tan familiarmente con él que lo habría
notado". Tú que piensas esto de tí mismo, ¿no crees que los demás tienen
una perspicacia igual a la tuya para darse cuenta de quién eres?
VII
En verdad
es necesario convivir con la gente, de otro modo te ven como a un Cínico o a
otro Diógenes. Si convives con la plebe, en verdad es indigno. Si frecuentas la
sociedad de las gentes prudentes, has de ser muy cauteloso, no sea que otro te
reconozca con la misma facilidad con la que tú crees que puedes reconocer en
otra persona a un Adepto (ignorando tú un secreto conocido por todos)
valiéndote del hecho de que tienes con él una cierta familiaridad.
No te será
fácil darte cuenta de que se sospecha de tí, y es un grave inconveniente, pues
la menor conjetura será suficiente para que se te aceche.
VIII
Tanta es
la maldad de los hombres, que he conocido a ciertas personas que fueron
estranguladas o ahorcadas y que, sin embargo, eran ajenas a nuestro arte. Era
suficiente con que gentes desesperadas hubieran oído murmurar que alguien tenía
la reputación de ser hábil en esta ciencia. Sería fastidioso contar lo que
nosotros mismos experimentamos, vivimos y oímos, a este respecto, y más aún en
esta edad del mundo que en las precedentes. La Alquimia es un pretexto, de modo
que si haces algo en secreto, no puedes dar tres pasos sin traicionarte.
IX
Esta
cautela tuya excitará el celo de algunos a examinar más de cerca tu conducta y
se te importunará, acusándote de hacer moneda falsa. ¿Y qué no dirán?. Si eres
un poco más abierto, se encontrará que haces cosas insólitas, ya sea en
Medicina o en Alquimia. Si posees un gran peso de oro o de plata y quieres
vender de él, fácilmente se preguntarán de donde proviene esta gran cantidad de
oro fino y plata, puesto que no se encuentra en ninguna parte, sino es en
Barbaria o en Guinea, y bajo la forma de un polvo extremadamente tenue,
mientras que el tuyo, verdaderamente de condición más noble, estará en forma de
fragmentos.
X
Los
mercaderes no son tan estúpido, incluso si jugando como niños te dijeran:
"los ojos están cerrados, ven, no vemos." Con todo eso, si vas a
ellos, en un abrir y cerrar de ojos, descubren lo suficiente como para
ocasionarte la mayor miseria. La plata que es producida mediante nuestro arte,
es tan fina que no puede venir de ningún lugar. La mejor, que viene de España,
no sobrepasa en bondad a la esterlina Inglesa, y se presenta además en forma de
rudas monedas que, a pesar de las prohibiciones legales de los países, se
transportan furtivamente.
Por lo
tanto, si vendieras una gran cantidad de plata pura, ya te has traicionado,
mientras que si quieresadulterarla (sin ser Orfebre), mereces la pena capital,
según las leyes de Holanda, Inglaterra y de casi todos los países, que prevén
que toda adulteración del oro y de la plata, aunque sea para pesarlo en la
balanza, es susceptible de la pena capital si no es realizado por un orfebre
profesional y autorizado.
XI
Nosotros
lo comprobamos cuando, fuera de nuestra patria, intentamos vender cerca de 600
libras de plata muy fina, disfrazado de mercader, no osando adulterarla por
tener casi cada nación su propia ley para los metales preciosos, que los
orfebres conocen bien, hasta tal punto que, si yo hubiera pretendido haberla
obtenido de fuera, lo hubieran reconocido por la prueba de la balanza y
hubieran hecho prender al vendedor. Aquellos a quienes la llevé, me dijeron
enseguida que era plata fabricada por el arte. Les pregunté cómo podían
afirmarlo y me respondieron simplemente que no tenía que enseñarles a
distinguir la plata procedente de España e Inglaterra, y que aquella no era de
ese tipo. Oyendo esto, huimos a escondidas abandonando la plata y su valor, sin
volver nunca a reclamarlo.
XII
Si después
de esto finges que este gran peso de oro, o sobre todo plata, ha sido traído de
otro lugar, no podrás hacerlo sin ruido. El capitán de barco dirá que él no ha
transportado tal cantidad de plata y que no habría podido entrar en el barco
ignorándolo todos. Y los que oirán esto, que vienen a este lugar a comerciar,
reirán, diciendo que no es posible reunir tal cantidad de oro o de plata en un
barco, siendo tan estrictas las leyes que lo prohiben y tan estrictos los
registros preventivos. Este asunto se hará público inmediatamente, no sólo en
el país en cuestión, sino también en los países vecinos. Instruido por los
peligros corridos, he decidido seguir escondido y comunicártelo a tí, que
sueñas con este arte, curioso por ver que harás por el bien público cuando seas
un Adepto.
XIII
Así pues,
como dijimos en lo que antecede y habiendo enseñado la necesidad del Mercurio
en nuestra obra, he decidido recalcar a propósito del Mercurio algunas
particularidades, lo cual ninguno de los antiguos hizo antes de mí. Así, por
otra parte, digo lo mismo del azufre, sin el cual, el Mercurio no podrá sufrir
la congelación necesaria para la obra sobrenatural.
XIV
Este
azufre desempeña en nuestra obra el papel de macho, y cualquiera que aborda sin
él el arte transmutatorio no tendrá éxito nunca, afirmando todos los Sabios que
no se puede hacer ninguna tintura sin Latona, siendo este bronce sin lugar a
dudas el Oro, que ellos llaman así. El famoso Sendivogius ha dicho a este
respecto: "El Sabio reconoce nuestra piedra incluso entre el estiércol,
mientras que el ignorante ni siquiera cree que exista en el oro". Es en el
Oro de los Filósofos, donde se encuentra la tintura aurífica; aunque éste sea
un cuerpo muy digesto, nuestro Mercurio se reincruda no obstante en un sólo
cuerpo, recibiendo de Mercurio la multiplicación de su simiente, no tanto en
peso como en virtud.
XV
Y aunque
varios Sabios Sofistas parezcan negarlo, todo es verdaderamente como lo he
dicho. Pretenden, por ejemplo, que el oro vulgar está muerto, mientras que el
suyo está vivo. Paralelamente, el grano de trigo está muerto, es decir, que su
actividad germinal ha sido suprimida y permanecería así eternamente si fuera
conservado en un medio ambiente seco, pero si es echado en la tierra, pronto
reemprende su vida fermentativa, se hincha, se ablanda y germina.
XVI
Lo mismo
ocurre con nuestro oro. Está muerto, osea que su fuerza vivificante está
sellada bajo la corteza corporal, como ocurre con el grano, aunque de un modo
diferente, en cuanto a la diferencia que separa el grano vegetal del oro
metálico. Y del mismo modo que este grano que permanece inmutable mientras está
en el aire seco es destruido por el fuego y vivificado solamente en el agua,
paralelamente, el oro, que es incorruptible y dura eternamente, es únicamente
reductible en nuestra agua, y entonces en nuestro oro vivo.
XVII
Del mismo
modo que el trigo sembrado en el campo por el agricultor, cambia de nombre y
toma el de semilla en lugar del de grano que tenía mientras se guardaba en el granero
para hacer pan y otros alimentos de este tipo, así como para la siembra,
paralelamente el oro cuando está en forma de anillo, de vasija o de moneda, es
vulgar, pero cuando se le mezcla con nuestra agua es Filosófico. En el primer
estado se dice que está muerto, ya que permanece inmutable hasta el fin del
mundo; en el estado posterior se dice que está vivo, porque lo está en
potencia. Potencia que puede, en pocos días, ser convertida en acto: entonces
el oro ya no es oro, sino el Caos de los sabios.
XVIII
Con razón,
pues, los Filósofos dicen que el oro filosófico es tan diferente del vulgar; y
que la diferencia consiste en la composición. En la medida en que se dice que
un hombre está muerto cuando ha oído su sentencia de muerte, así se dice que el
oro está vivo cuando está mezclado a una tal composición y sometido a un fuego
en el que necesaria y rápidamente debe recibir a la vida germinativa y mostrar,
al cabo de pocos días, la acción de su vida naciente.
XIX
Por esto
mismo los Filósofos que dicen que su oro está vivo te ordenan a ti,
investigador de este arte, que vivifiques al muerto. Si lo conoces, y preparas
el agente realizando la mezcla según las reglas, tu oro no tardará en volverse
vivo, y en esta vivificación, tu menstruo vivo, morirá. Por esta razón los
Magos ordenan que se vivifique al muerto y que se mortifique al vivo; y sin
embargo, al principio llaman viva a su agua, y dicen que la muerte del primer
principio y la vida del segundo tienen la misma duración.
XX
Por lo que
es evidente que hay que tomar su oro cuando está muerto y su agua cuando está
verdaderamente viva, y en este compuesto, después de una breve decocción, la
simiente del oro se vuelve viva y el Mercurio vivo, muere; es decir, que el
espíritu se coagula por el cuerpo disuelto y que uno y otro se pudren en forma
de limo hasta que todos los miembros del compuesto son dispersados en átomos.
Esta es, pues, la naturaleza de nuestro Magisterio.
XXI
El
misterio que ocultamos con tanto empeño es la preparación del Mercurio
propiamente dicho, que no puede encontrarse sobre la tierra para nuestras manos
preparado (nuestro uso), y esto por razones particulares conocidas por los
Adeptos. En este Mercurio, purgado al grado supremo de pureza, limado y
reducido a láminas, amalgamamos perfectamente al oro puro, lo encerramos en un
vaso de vidrio y lo cocemos a fuego continuo: el oro se disuelve por la virtud
de nuestra agua, reduciéndose a su materia más próxima, en la que es liberada
la vida prisionera en el oro, y recibe la vida del Mercurio disolvente, que es
respecto a él lo que la buena tierra respecto al grano de trigo.
XXII
Disuelto
pues en este Mercurio, el oro se pudre, y esto es preciso por una necesidad de
la naturaleza, pues después de la putrefacción de la muerte renace un cuerpo
nuevo de la misma esencia que el primero y de una sustancia más noble que
alcanza proporcionalmente diferentes grados de virtud según las cuatro
modalidades de los elementos. Este es el orden de nuestra Obra. Esta es toda
nuestra Filosofía.
XXIII
Por ello
decimos que no hay nada secreto en nuestra obra, a excepción solamente de
Mercurio, cuyo Magisterio consiste en prepararlo según las reglas, extraer el
Sol que está escondido en él y casarlo con el oro en una proporción justa. Y
regir el fuego según las exigencias del Mercurio, ya que el oro no teme al
fuego por sí mismo, y cuanto más está unido al Mercurio, más capaz es de
resistir a este fuego. Por eso la dificultad de esta obra consiste en acomodar
el régimen de calor a la tolerancia del Mercurio.
XXIV
Aquel que
no ha preparado su Mercurio según las reglas, incluso si lo ha unido al oro,
este oro será todavía oro vulgar ya que estará unido a un agente extravagante
(fatuo) en el que permanece inmutable como si lo hubiéramos dejado en un cofre,
no haciendo desaparecer ningún fuego su naturaleza corporal, al no haber un
agente vivo que lo acompañe.
XXV
Nuestro
Mercurio es un alma viva y vivificante, por ello nuestro oro es espermático,
del mismo modo que el trigo sembrado es una simiente y el trigo almacenado en
el granero es un simple grano muerto. Incluso si es enterrado bajo tierra en
una caja (como suelen hacer los habitantes de la Indias occidentales, que
esconden sus cosechas en una fosa, en el interior de la tierra, al abrigo de
todo vapor de agua), sin embargo si no recibe el vapor húmedo de la tierra,
está muerto, es decir, permanece sin fruto y lejos de germinar.
XXVI
Sé que hay
muchos que condenarán esta doctrina y dirán: "Este hombre afirma que el
oro vulgar es el soporte material de la piedra con el Mercurio corriente, pero
nosotros sabemos que en realidad es lo contrario".
¡Vamos,
Filósofos, examinad vuestras bolsas!, vosotros que sabéis semejantes cosas,
¿por ventura tenéis la piedra? Yo la poseo sin haberla recibido de nadie (si no
es de mi Dios), no la he robado, la tengo, la he hecho, la tengo en mi poder
cada día, la he trabajado a menudo con mis propias manos. Escribo lo que sé,
pero no es para vosotros.
XXVII
¡Tratad
vuestras aguas pluviales, vuestros rocíos de mayo, vuestras sales, parlotead a
propósito de vuestro esperma, más poderoso que el mismo demonio, agraviadme con
oprobios! ¡Creed que vuestro vergonzoso lenguaje me entristece! Lo repito, sólo
el oro y el Mercurio son nuestras materias, sé lo que escribo, y Dios que
escruta los corazones sabe que escribo la verdad.
XXVIII
No hay
porqué acusarme de envidia, puesto que he escrito con pluma audaz y con un
estilo poco habitual, en honor de Dios, para la utilidad de mi prójimo y para
condenar al mundo y a las riquezas, pues ya ha nacido Elías Artista y se
predican maravillas de la Ciudad de Dios. Me atrevo incluso a asegurar que
poseo más riquezas que las que posee el Universo conocido, pero las acechanzas
de los malvados no me permiten utilizarlas.
XXIX
Con razón
desdeño y desprecio esta idolatría del oro y de la plata, con los que todo se
aprecia y que no sirven más que para la pompa y la vanidad del mundo. ¿Qué
torpe iniquidad y qué vano pensamiento os impulsan a creer que si yo escondo
mis secretos es por envidia? De ningún modo, confieso que me duele
profundamente ser un vagabundo errando por la tierra, como si el Señor me
arrojara de su vista.
XXX
Pero es
inútil hablar, lo que hemos visto, tocado y elaborado, lo que tenemos y
conocemos, lo declaramos solamente movidos por la compasión que sentimos hacia
los buscadores y la indignación hacia el oro, la plata y las piedras preciosas,
no como criaturas de Dios, pues en cuanto a esto son honorables, y las
honramos, sino porque los Israelitas y también el resto del mundo, las
idolatran. Por ello deseamos que, como el becerro de oro, sean reducidas a
polvo.
XXXI
Creo y
espero que dentro de pocos años el dinero será como las escorias y que este
sustento de la Bestia del Anticristo se desmoronará en ruinas. El pueblo
delira, y las naciones insensatas toman por Dios a este peso inútil. ¿En qué es
compatible esto con nuestra próxima redención, tanto tiempo esperada? ¿Cuándo
se cubrirán de oro las plazas de la nueva Jerusalén? ¿cuándo sus puertas de
perlas finas? ¿Y cuándo el Árbol de la Vida que está enmedio del Paraíso dará
sus hojas para la salvación del género humano?
XXXII
Lo sé, lo
sé, mis escritos serán para muchos como el oro fino; y el oro y la plata,
gracias a estos escritos míos serán despreciados. Creedme, jóvenes aprendices,
y vosotros sus padres, el tiempo está en nuestras puertas, no lo escribo bajo
el influjo de una vana ilusión sino que lo veo en espíritu, en que nosotros los
Adeptos volveremos desde los cuatro ángulos de la tierra, en que ya no
temeremos más las acechanzas dirigidas contra nuestras vidas y daremos gracias
a Dios, nuestro Señor. Mi corazón me susurra maravillas inauditas y mi alma se
estremece en mi pecho ante la idea de la felicidad de todo Israel de Dios.
XXXIII
Anuncio
todo esto al mundo como un pregonero, a fin de no morir habiéndole sido inútil.
Que este libro mío sea el precursor de Elías, a fin de que prepare la Vía Real
del Señor. ¡Ojalá las gentes de espíritu de todo el mundo conozcan este arte!
Entonces, la extrema abundancia del oro, de la plata y de las piedras
preciosas, los volverán poco estimables, apreciándose únicamente la ciencia que
los producirá. Entonces, por fin, será honrada la verdad desnuda, ya que es
estimable en sí misma.
XXXIV
Conozco a
varios que poseen el arte y conocen sus verdaderas llaves; todos ellos desean
el más estricto silencio. Por mi parte, la esperanza que tengo en Dios me hace
pensar de otro modo. Por ello he escrito este libro, del que ninguno de mis
hermanos los adeptos (con los que estoy diariamente en comunicación) saben
nada.
XXXV
Dios dio
reposo a mi corazón dándole una fe firmísima, y no dudo que haciendo uso de mi
talento serviré de este modo al Señor, de quien soy acreedor, y al mundo, mi
prójimo, y principalmente a Israel; y sé que nadie puede hacer fructificar a su
talento aparte de mí, y preveo que centenares serán, probablemente, alumbrados
por mis escritos.
XXXVI
Por lo que
sin consultar la carne ni la sangre, no he buscado la aprobación de mis
hermanos al escribir esta obra. DIOS haga, para gloria de su nombre, que yo
llegue al final que espero, entonces todos los Adeptos que me conocen se
alegrarán de la publicación de estos escritos.
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